lunes, 2 de marzo de 2009

Dulce

Mudas
Autor: Alejandra Fritz
Ripio ediciones, 2005.
Colección Nada se escurre, poesía + plástica

La editorial multidisciplinaria e independiente Ripio, lanzó en el año 2005 una colección de textos que en conjunto con un grupo de artistas visuales buscan el diálogo entre las artes plásticas y la poesía. Entre esos artistas visuales se encuentran Pamela Fritz y Alex Jamett que dialogan con poetas como Héctor Hernández o Enrique Winter, entre otros artistas que tienen como denominador común el hecho de no ser conocidos y jóvenes.

El nombre de la colección se debe al título del primer texto de Enrique Lihn “Nada se escurre”: la editorial se apropia de este nombre con la idea de bautizar una brevedad textual y escasa que se apropia en cada texto de la colección, como también su carácter independiente en el cual la manufactura es completamente artesanal Su condición integrativa del arte visual sumado a la poesía conforman seis textos, de los cuales, uno sólo es inédito. Este texto es Mudas de Alejandra Fritz, acompañada de la obra pictórica efectuada por Adrián Gutiérrez en la contratapa, donde se puede observar la figura de la poeta cobijada por una gran matruska bajo la técnica mixta sobre madera en la cual el pintor retrata el poemario.

La poética de Fritz (Santiago, 1980) responde a una imagen o a una sola palabra que contiene sus nueve acepciones en torno a su poesía: mudas del silencio, del callar, mudas del cambio o la transformación. Para esta micro-obra, la acepción y sus distinciones formulan una fragmentariedad que se encuentra en la poética “minimalista” de Alejandra Fritz. A través de su poesía, nos inmiscuimos en su rutina o en su bagaje, su mundo en los intervalos temporales y espaciales de los que relata el cuerpo “Y mi boca abierta es un hangar/ guarda una nave bien gordita/ que canta como la Ella Fitzgerald/ y esa nave es mi corazón”, con una ternura que sólo es aprehendida a través de la escritura. Su textualidad mantiene un sólo registro que parece ser una gran canción de kid-jazz que se muestra tanto en la métrica como en su temática.

Compuesta por piezas como “Cumpleaños” en el que el epígrafe de Walt Whitman “I celebrate my self” enmarca un poema en relación al desamparo y la observación que el hablante dirige en torno a distintas escenas que son parte de una rutina que es homologada por cada uno de nosotros “Nos enseñaron a ser egoístas/ aprendimos muy bien/ desde pequeños ensayamos en el colegio/ con la goma partida en cuatro tres pedacitos en la casa/ uno en el estuche/ los lápices de colores amarrados uno al lado de otro/ jamás se nos olvidó”.

Escenas donde todo sucede del mismo modo: una rutina que es escrita de forma dulce para obviar lo terrible y en las cuales, la poeta análoga las especificidades materiales que ejerce un murmullo, un silencio que es correspondido a la transformación como se observa en el siguiente poema“El techo tiene otro color:/ cuando las arañas cambian de ropa/ dejan pijamas transparentes/ fantasmas/ que al tocarlos se rompen/ Desecho de pintura/ no es más que piel artificial y pálida/ que en el suelo se confunde con la mía”.

La confusión del silencio y del acto de mudar es opuesta al grito que ejerce esta obra, al ser inédita y maravillosa. Su estructura es dulce y no se opaca ante el murmullo de su enunciador: Alejandra Fritz es quien procura mostrar la realidad desencajada en torno a su escritura que es un mapa dulce de lo que podría ser la ruptura a una tradición de poesía feminista. Es justo lo que se necesitaba: una voz imperecedera, tierna y dulce ante la tradición feminista regida por voces detenidas en la mutilación o la herida.


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