domingo, 12 de abril de 2009

Copia de una conversación en el minuto 20.
Tele o Libro, los dos son lo mismo.










"No me sorprendería saber que Sábado Gigante también es producto de literatura convertida en rayo catódico y asi, hasta el infinito".

jueves, 5 de marzo de 2009

Esa nula Independencia

La perla suelta o la frontera poética
Autor: Paula Ilabaca
Publicado en internet: http://romantic-city.blogspot.com/, año 2008.

La poesía de un tiempo a esta parte ha establecido diálogos con la pintura, la performance y otros soportes que se han heredado de la “escena de avanzada”, movimiento artístico que surgió en la dictadura militar y que promovió la expresión de un discurso simbólico como forma de difusión ante la represión que significaba escribir o retratar el contexto. De este movimiento surge y arremete Diamela Eltit y Raúl Zurita, ambos padres de lo que se gesta hoy en día como la nueva poesía chilena, en el cual aparece la figura de Paula Ilabaca. Esta mujer de no más de 30 años, es una de las exponentes que ha heredado las temáticas de estos autores y que ha significado una reminiscencia en torno a poéticas que van dirigidas a tres temáticas: el cuerpo,la memoria y el sujeto femenino.
Paula Ilabaca (Santiago, 1979) ha publicado varios textos en línea y en revistas, además de realizar performances que están sujetas a su poesía: sus actuaciones más importantes son junto al dúo que realizó con Héctor Hernández bajo el nombre de “Antifaz” donde unían poesía y performance .Publicó parte de sus poemas en la antología “Círculo infinito” de Editorial Al Margen, en las revistas Mercado Negro, Matadero, Derrame y Rocinante. Completa (2003) es su primer libro de poesía y en 2006 publica La ciudad lucía .La autora es una de aquellas hijas pródigas que ha derrochado los conceptos y símbolos que exteriorizaba la “escena de avanzada”, desperdigando las visiones que concentra la poesía de Eltit, acogiéndose y revistándola sin quererlo. Su obra La perla suelta (2008) texto inédito publicado en su blog y prontamente a ser publicado de forma independiente, por fortuna no fue aceptada en el Consejo Nacional del Libro y la Lectura, guarda relación con la “escena de avanzada” al observar la estructura y las temáticas.
El texto está hilvanado por fotografías de Ellen Von Unwerth, fotógrafa alemana que ha publicado varios libros (como Wicked o Couples) y pequeños escritos en prosa poética. Los pasajes en los que se interna esta autora son los mismos de siempre: el cuerpo y la fragmentación, para ser más precisos, y la ecuación de la memoria, cuerpo y sujeto femenino. ¿Cual es la novedad? Esta vez la prosa poética y la ecuación reiterativa está desarrollada por dos figuras: el joyero y la perla. Ambos personajes distinguidos por el hablante lírico, se abrazan, se tocan, se manosean: se transfiguran en lo que realiza el cuerpo humano finalmente, una alegoría que resulta ser sumamente básica a estas alturas en la poesía, más aún si es heredada de la otrora poeta de tópicos femeninos, Diamela Eltit. Uno de los versos que destacan esta relación alegórica y burda entre el joyero y la perla se encuentra en el poema “tersa” que menciona este juego alegórico: “el joyero la miraba entre las luces que hacían hervir el torso, los costados, la miel que le corría por los muslos, el pecho, el cuello”. El poemario está lleno de este tipo de citas, redundantes y típicas de una herencia que parece estar arraigada a la copulación y la fragmentación corporal dictada por las poetas feministas de los ochenta. La autora es monotemática en esta ecuación de memoria-cuerpo-sujeto femenino: en cada poema, todo está encapsulado y parece evidente lo que seguirá a continuación. En conclusión, Paula Ilabaca parece estar recordando una y otra vez la poesía de Eugenia Brito y Diamela Eltit, haciéndola suya, sin desprenderse de las faldas maternas de estas voces ochenteras para crear algo innovador. Promueve una tradición feminista que cansa al redundar en frases o palabras como “sangre”, “cuerpo” o “lágrimas” como se observa en distintos poemas “el propio que le paró en seco el llanto” del poema Génesis o el mismo verso podemos encontrar en Speak softer “pero que para ella sólo es la perla que no para, que tiene el descaro de echarse a llorar” y parece no estar absuelta de estas voces que están arraigadas a su poesía: aún la chica no se ha independizado de los discursos feministas que la anteceden y eso le pesa.





lunes, 2 de marzo de 2009

Dulce

Mudas
Autor: Alejandra Fritz
Ripio ediciones, 2005.
Colección Nada se escurre, poesía + plástica

La editorial multidisciplinaria e independiente Ripio, lanzó en el año 2005 una colección de textos que en conjunto con un grupo de artistas visuales buscan el diálogo entre las artes plásticas y la poesía. Entre esos artistas visuales se encuentran Pamela Fritz y Alex Jamett que dialogan con poetas como Héctor Hernández o Enrique Winter, entre otros artistas que tienen como denominador común el hecho de no ser conocidos y jóvenes.

El nombre de la colección se debe al título del primer texto de Enrique Lihn “Nada se escurre”: la editorial se apropia de este nombre con la idea de bautizar una brevedad textual y escasa que se apropia en cada texto de la colección, como también su carácter independiente en el cual la manufactura es completamente artesanal Su condición integrativa del arte visual sumado a la poesía conforman seis textos, de los cuales, uno sólo es inédito. Este texto es Mudas de Alejandra Fritz, acompañada de la obra pictórica efectuada por Adrián Gutiérrez en la contratapa, donde se puede observar la figura de la poeta cobijada por una gran matruska bajo la técnica mixta sobre madera en la cual el pintor retrata el poemario.

La poética de Fritz (Santiago, 1980) responde a una imagen o a una sola palabra que contiene sus nueve acepciones en torno a su poesía: mudas del silencio, del callar, mudas del cambio o la transformación. Para esta micro-obra, la acepción y sus distinciones formulan una fragmentariedad que se encuentra en la poética “minimalista” de Alejandra Fritz. A través de su poesía, nos inmiscuimos en su rutina o en su bagaje, su mundo en los intervalos temporales y espaciales de los que relata el cuerpo “Y mi boca abierta es un hangar/ guarda una nave bien gordita/ que canta como la Ella Fitzgerald/ y esa nave es mi corazón”, con una ternura que sólo es aprehendida a través de la escritura. Su textualidad mantiene un sólo registro que parece ser una gran canción de kid-jazz que se muestra tanto en la métrica como en su temática.

Compuesta por piezas como “Cumpleaños” en el que el epígrafe de Walt Whitman “I celebrate my self” enmarca un poema en relación al desamparo y la observación que el hablante dirige en torno a distintas escenas que son parte de una rutina que es homologada por cada uno de nosotros “Nos enseñaron a ser egoístas/ aprendimos muy bien/ desde pequeños ensayamos en el colegio/ con la goma partida en cuatro tres pedacitos en la casa/ uno en el estuche/ los lápices de colores amarrados uno al lado de otro/ jamás se nos olvidó”.

Escenas donde todo sucede del mismo modo: una rutina que es escrita de forma dulce para obviar lo terrible y en las cuales, la poeta análoga las especificidades materiales que ejerce un murmullo, un silencio que es correspondido a la transformación como se observa en el siguiente poema“El techo tiene otro color:/ cuando las arañas cambian de ropa/ dejan pijamas transparentes/ fantasmas/ que al tocarlos se rompen/ Desecho de pintura/ no es más que piel artificial y pálida/ que en el suelo se confunde con la mía”.

La confusión del silencio y del acto de mudar es opuesta al grito que ejerce esta obra, al ser inédita y maravillosa. Su estructura es dulce y no se opaca ante el murmullo de su enunciador: Alejandra Fritz es quien procura mostrar la realidad desencajada en torno a su escritura que es un mapa dulce de lo que podría ser la ruptura a una tradición de poesía feminista. Es justo lo que se necesitaba: una voz imperecedera, tierna y dulce ante la tradición feminista regida por voces detenidas en la mutilación o la herida.